Regalar una mocadorà es abrazar una historia que habla de amor, de oficio artesano y de una tierra que defiende lo suyo con dulzura y pólvora convertida en mazapán. Cada pañuelo guardado, cada fruta modelada y cada piuleta compartida mantienen viva la tradición valenciana del 9 de octubre. Que nunca falte un mocador para envolver lo que nos une.
Origen y evolución de la tradición
Cada 9 de octubre, día de la Comunitat Valenciana, la ciudad celebra también a Sant Donís, considerado el patrón de los enamorados valencianos. La costumbre más dulce es regalar la mocadorà: un pañuelo (mocador, en valenciano) que envuelve mazapanes con forma de frutas, hortalizas y las famosas piuletes y tronadors. La tradición, documentada desde hace siglos, se consolidó en Valencia y su entorno como una expresión de afecto y orgullo local.
Su origen histórico entrelaza varios hilos. Por un lado, la efeméride del 9 de octubre de 1238, entrada de Jaume I en Valencia, que dio lugar a festejos cívicos; por otro, la devoción a Sant Donís y la costumbre de obsequiar dulces. Con el tiempo, ambos elementos confluyeron en una misma celebración anual.
Significado del pañuelo y los mazapanes
El pañuelo no es un
envoltorio cualquiera: es parte del regalo y el símbolo que da nombre a la tradición.
Desde el siglo XIX se impone la costumbre de presentar los mazapanes sobre o dentro del mocador
—a menudo, de seda o de cuadros tradicionales—, que la persona obsequiada conserva como
recuerdo de amor y de la fiesta. Es un gesto que une artesanía textil con repostería
local.
Las figuritas de frutas y hortalizas evocan la fertilidad de la huerta valenciana y el vínculo con el territorio. Existen dos versiones sobre este evento. La primera narra que, el día de la batalla final, las esposas de los soldados de Jaume I entregaron a sus maridos pañuelos con alimentos locales, principalmente frutas y hortalizas de la zona de huertas. La segunda versión, por otro lado, se origina desde el interior de las murallas. Cuenta la leyenda que, en agradecimiento por el perdón concedido a los resistentes, estos ofrecieron las frutas y verduras de sus huertos al ejército victorioso.
¿Y la pilueta y el tronaor?
En el siglo XVIII, tras la Guerra de Sucesión y los Decretos de Nueva Planta, se prohibieron los festejos y la pirotecnia del 9 d’Octubre. Como respuesta simbólica, los confiteros comenzaron a modelar en mazapán los petardos censurados —la piuleta (más pequeña) y el tronador (más grande)— y a acompañarlos de frutas y hortalizas de la huerta. Así nació el lenguaje dulce de la mocadorà, que ha llegado hasta hoy. Esa es la versión romántica, la popular habla de un guiño amoroso y simbólico por sus formas.
Aspecto romántico y simbólico de regalar la mocadorà
En Valencia, el 9 de octubre se considera un ‘San Valentín valenciano’. Regalar una mocadorà es declarar cariño, complicidad y pertenencia. Tradicionalmente la ofrecía el hombre a su amada —y también a madres y mujeres de la familia—, aunque hoy el intercambio es más libre y compartido: parejas, familias y amistades se agasajan con este dulce ritual. El gesto combina afecto, memoria y orgullo de la terreta.
Cómo se celebra hoy en día
La víspera y el propio 9 de octubre, los hornos y pastelerías se llenan de bandejas de coloridos mazapanes. Gremios y ayuntamientos organizan concursos y escaparatismo, y en distintas localidades de la Comunitat hay talleres, degustaciones y actividades que reivindican el oficio pastelero y la tradición. Se calcula un consumo muy notable de mazapán para estas fechas, con escaparates que son auténticas obras de arte efímero.
En la práctica, el ritual es sencillo y hermoso: se elige una mocadorà artesanal, a veces presentada en pañuelo de seda, se anuda con mimo y se entrega a la persona querida para compartirla en casa o durante los actos del 9 d’Octubre. Es gastronomía, sí, pero también lenguaje de afectos y arraigo.
Curiosidades y reinterpretaciones modernas
- Lenguaje dulce: además de frutas y hortalizas, las piezas estrella son la piuleta y el tronador, herederas de la pirotecnia festiva y emblemas de resistencia cultural.
- Artesanía textil: el mocador suma valor artístico —con frecuencia en seda pintada— y convierte el presente en un doble regalo: dulce y pañuelo para conservar. Muchas marcas locales reinterpretan el pañuelo con diseños contemporáneos.
- De Valencia al mundo: medios gastronómicos y de viajes incluyen la mocadorà entre las tradiciones más singulares del calendario, subrayando su carácter romántico y su estética colorista.
- Fiesta viva: guías locales y prensa recuerdan que el 9 d’Octubre reúne el acto cívico por la entrada de Jaume I, la devoción a Sant Donís y la faceta romántica de la mocadorà, que cada año se actualiza con nuevas hornadas y creatividad pastelera.